Francesc Mestre

Galerista y publicista. Ha dirigido varias galerías de arte como la Sala Adrià o la galería René Metras y, desde 2001, la galería Francesc Mestre Art. Ha sido marchante de Guinovart, Ràfols Casamada, Erwin Bechtold, Artigau o Serra de Rivera, entre otros.

ELOGIO DEL COMERCIO

ELOGIO DEL COMERCIO

“Barco de vela” dibujo de J. Dalmau. 1925. Tinta sobre papel. 14×30 cm.

Confieso que soy comerciante y me siento orgulloso de serlo. Considero que el galerismo es una variante específica del comercio y pienso que esta actividad ha contribuido de manera decisiva al progreso de la humanidad.

Los pueblos se han relacionado de maneras diversas, una de ellas, mediante las armas. Las guerras han estado presentes a lo largo de la historia y en el siglo pasado se puede decir que no hay ningún rincón de Europa que no haya sido víctima de este mal. Es un medio perverso que suele tener un fin inconfesable, ya sea el de ampliar y dominar un territorio, ya sea la imposición de una ideología, combatiendo la de los otros, siempre con intereses económicos envueltos con grandes ideales: Dios y Patria.

El comercio es otra forma de establecer contacto: ha sido el gran sistema de relación democrática y positiva, si excluimos el colonialismo, los abusos de los monopolios y las intervenciones de los Estados imperiales que han abusado de su poder. El comercio al que me refiero se basa en «tú tienes eso que puede ser de interés para los míos y, a cambio, yo te puedo ofrecer esto que os puede convenir a vosotros».

Ha sido una herramienta fundamental para la transmisión de conocimientos, ya que se trata de una actividad que exige empatía. Si quiero comerciar, debo esforzarme en entender, en aprender una lengua, unas tradiciones y una cultura. Respetar y aprovechar las aportaciones que son siempre enriquecedoras para todos.

El gran medio que se ha usado para comerciar ha sido el mar. Robert Hughes, el gran crítico de arte, nos hace ver que los grandes estados mundiales han tenido terror a que sus capitales fueran en un puerto de mar y las han implantado en el centro para que mantuvieran «las esencias», ya que los puertos han sido siempre el punto por donde han llegado las
innovaciones. Por ello, la capital de Francia es París, la de Alemania Berlín, la de España Madrid, la de Rusia pasó de San Petersburgo a Moscú, la de Turquía de Constantinopla a Ankara… e incluso en el siglo XX, Brasil creó Brasilia en medio de la selva para sacarla de Río de Janeiro.

Por ello, el arte de las poblaciones costeras suele tener una personalidad especial. Sólo hay que ver como muchos de los grandes artistas del siglo pasado han tenido la necesidad de situar su puesto de trabajo en el Mediterráneo: Cézanne, Picasso, Matisse, Léger, Miró, Dalí …
Es verdad que por los puertos de mar nos llegaban las pandemias, pero es también cierto que habitualmente lo hacían por medio de los ejércitos y, en cambio, ha sido el comercio lo que nos ha conectado con Oriente mediante la ruta de la seda, y Mesopotamia con Egipto y éste con Grecia y Roma y con toda una cultura humanística que ha configurado la personalidad que tenemos.

Francesc Mestre Bas

Barcelona, octubre 2020

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