Francesc Mestre

Galerista y publicista. Ha dirigido varias galerías de arte como la Sala Adrià o la galería René Metras y, desde 2001, la galería Francesc Mestre Art. Ha sido marchante de Guinovart, Ràfols Casamada, Erwin Bechtold, Artigau o Serra de Rivera, entre otros.

GRABADO (III)

GRABADO (III)

“Figures davant el mar” pochoir de Joan Miró. Ejecutado expresamente para “D’ací i d’allà” núm.
Extraordinario de Navidad dedicado al arte del s. XX. 1934.

Si dedico este capítulo especial al monotipo y al pochoir es, no por que tenga una importancia superior a las demás técnicas que había expuesto, sino porque el primero ha sido importante para algunos de los artistas nacidos en la segunda década del siglo pasado y el segundo es un recurso usado por varios de los más importantes artistas de las vanguardias históricas.

El monotipo es la técnica que permite la realización de obras únicas mediante las herramientas destinadas a la calcografía, es decir, los tórculos. Hay dos maneras de hacerlo: una de ellas la usaron especialmente Modest Cuixart y Antoni Tàpies cuando aprendieron a grabar en el taller de Enric Tormo. Consiste en añadir color en la parte lisa de la plancha cuando ya está entintada para la impresión de un aguafuerte. Al estamparlo, el color enriquece el dibujo, por lo que podemos hablar de un “aguafuerte monotipado”, ya que el resultado es irrepetible.

Pero el monotipo clásico consiste en realizar una pintura, a menudo un óleo, sobre una superficie lisa que puede ser metálica, un cristal o un plástico. Al imprimirla con el tórculo, el papel se impregna del color y el resultado es también, una obra única. Esta técnica es habitual en obras de Maria Girona y de Francesc Todó. Suele indicarse en el margen inferior izquierdo monotipo, prueba única o 1/1, mientras que en el ángulo inferior derecho encontramos la firma del autor.

En cuanto al pochoir o stencil, es un sistema de impresión muy elemental, lo que no resta importancia a sus resultados. Se basa en la técnica del estarcido, que consiste en crear plantillas, de modo que al pasar la tinta por la superficie abierta quede una mancha claramente delimitada. Cada color requiere una plantilla distinta y, al ser un sistema tan manual, es prácticamente imposible que se realicen dos ejemplares exactos. Esta técnica no permite matices sino tintas planas.

El pochoir lo han usado muchos artistas desde Matisse a Le Parc, pero voy a referirme especialmente a Joan Miró, brillante autor del famoso Aidez l’Espagne creado en plena Guerra Civil, así como los que incluyó en el número extraordinario de la revista D’ací i d’allà (De aquí y de allí) de 1934.

Estas técnicas y las que he comentado en anteriores escritos, son herramientas que los artistas tienen a su disposición; unas son más difíciles o complicadas que otras, pero lo realmente importante es el resultado. Con cualquiera de ellas se han realizado verdaderas obras maestras que son referencia de primer orden dentro de la historia del arte, pero al mundo de la obra gráfica debemos agradecerle que se pueda disfrutar de la contemplación de ellas por diversas personas, en distintos lugares y en diferentes momentos.

Francesc Mestre Bas

Barcelona, junio 2020

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